Las manchas de la piel


Por Martín Cuitzeo Domínguez Núñez

El perro pinto calla ladridos, aguarda.  Manchas de mango  le  salpican  el hocico y las torcidas patas.   Tiene el cuerpo deliciosamente rechoncho.  Sus orejas dialogan con la cola y las garras. Su color bayo conversa con nosotros, envejece. La piel se le transforma en hojas de maíz secas.  Es el can de cerámica, es el guardián de las tumbas de Tiro en Colima. Pronto cerrarán el museo, quedará otra vez a  solas como antes de que lo desenterraran. 
Diálogos con el barro y la piedra número 2.
Colección de postales arqueológicas.


Tetzcotzinco. Postal arqueológica


Caño Quebrado cerca del Tetzcotzinco, Estado de México:
 Foto de Martín Cuitzeo Domínguez Núñez


Por Martín Cuitzeo Domínguez Núñez

Es otoño y los tonos violetas de la tarde corren entre las antiguas pilas de agua. Vamos caminando entre los últimos restos de la hierba verde. Frente a nosotros quedan los antiguos jardines del rey Nezahualcoyotl . Puedo oler  el instante de la tarde y los muros frescos.

Agotados nos sentamos en una de las fuentes. Estamos en el cerro Metécatl. Frente a nosotros se erige el Tetcotzinco. El agua de los viejos jardines se ha secado. Sólo el viento y las esperanzas de los viajeros escurren por aquí.  Volteamos a la serranía lejana. Las hierbas se encojen con el viento .  La tarde sigue fluyendo.
(De diálogos con el barro y la piedra 1. Colección de postales arqueológicas.)

Orilla de viento

“Y GRIEGA” se columpiaba en el abismo. Sintió un gigantesco deseo de quitarse la blusa de rayas rojas, de sumergirse en  las corrientes de serpientes emplumadas. Respiró montañas fosforescentes, rayos de azúcar y avena seca. Estiró los dos brazos. Se quitó los tenis y el brassier. Tenía miedo a paladear las astillas de la frescura. El gusto pudo más. Cayeron los pants y la ropa interior.

Se zambulló en el cielo. Recargó su espalda en la orografía del mundo. Recorrió con sus pantorrillas la hojarasca del  Oeste. Sumergió en su ombligo varias nubes. Sus orejas de conejo rubio deletrearon la canción del este. Su eco penetró en la risa de los siglos. “Y GRIEGA” se esbozó entonces a sí misma. Fue orilla de viento, límite último y confín de los amaneceres.



UNA VERDAD

Érase una vez una verdad que vivía en la cantimplora de un niño. El pequeño estaba orgulloso de ella. A la hora del recreo se la mostraba a todos sus compañeros. Pero ocurrió lo que suele suceder en estos casos. Mostró tantas veces el chiquillo la verdad que para final de año esta se había convertido en una mentira.

Game Over

El asfalto era el frío del trueno. Los multifamiliares estaban mojados por la llovizna de la madrugada. El vapor de la noche se carcomía a si mismo a través de un horizonte de cables y edificios. Podía ser un barrio de la ciudad de México, de Bogotá o de Santiago. No se sabía. Los muchachos de pants morados se abrían paso entre triángulos de basura y autos invisibles estacionados afuera de los departamentos. Veloz y torpemente huían de sus perseguidores.

Se detuvieron frente a una pared de ladrillos blancos, tomaron aire. No tenían buena condición física porque la mayor parte de los fines de semana navegaban por Internet, jugaban juegos on-line y comían chocolates esnockers. Nunca se metían con nadie. Giraron bruscamente a la derecha, pero un gato blanco salió a su encuentro. Intentaron evitar el choque pero sus tenis se resbalaron con un charco y cayeron de bruces. Alzaron sus rostros, se miraron entre sí, el gato cruzó la calle indiferentemente mientras tres figuras de impermeables amarillos los tomaron de los hombros. Cuando vieron los rostros de sus perseguidores entendieron. Se reconocieron a sí mismos. En el fondo de la calle sonaba una música ya conocida por ellos. Flotaban unas letras de aerosol que decían “The Game is Over” Estaban atrapados en el videojuego. Eran prisioneros de sí mismos.

La estela

¿La estela? Las ramas exhalaban gusanos. El árbol estaba sobre ti. Eran los pelillos fluorescentes, las patitas cósmicas, el árbol de las curanderas. Siempre estaba allí, como cuando tú sombra era otra sombra, como cuando al final  de un mal día  en la escuela le echabas la culpa de tus desgracias.

En ese entonces sus  hojas pegajosas se transformaban en aroma de fiesta. Acababan de escurrir espejos. Eran los meses en que reventabas los sueños del agua. Aquellos días salpicabas suspiros de azotadores. Ellos se deslizaban por sus escalinatas de baba. Predecías crisálidas. Tocabas con tus asombros el fin de los aguaceros y el día de los muertos.

 El tronco inerme, con su corteza inescrutable, te observaba, te ametrallaba con su cosecha de bestezuelas trepadoras. Huías a la cueva de piedra negra. “Queman, queman”, creías gritar a los cuatro rumbos. El bosque de la escuela se burlaba entonces de ti porque, como dulces de licor, aquellas criaturas se retorcían sobre el cuello de tu camisa.  Era la horda que descendía por ti, la tribu de los gusanos negros, la estela de los azotadores.

El pez globo se pudre. Microrelato de viaje al Cabo de la Vela, Península de la Guajira, Colombia.

El pez globo se pudre. Sus ojos se revientan por la sal. Ha sido expulsado del océano. Los guijarros lo hacen tambalear. Las olas salpican esa masa blanca que fue el pez globo. Su escamas gelatinosas comienzan a olvidar viajes anteriores, sabores azules, corales. El fue el capitán de este mar caribe y ahora esta muerto.

Me lo he encontrado al atardecer en mi camino hacia el faro. La brisa hace que se sienta el frío de la tarde y yo debo de proseguir cuesta arriba. Estoy en el Cabo de la Vela, en la península Guajira.  Es el lugar donde el desierto y el mar se unen, es el extremo norte, la frontera casi última de Colombia.

Agosto de 2011

En la textura de los límites...

En los años noventa, cuando era niño, me narraba cuentos y viajes a mi mismo. Luego me fui a vivir. Empaqué maletas, inventé preguntas, excavé en la cartografía de las pirámides. Tracé con un astrolabio un millón de imaginaciones, palpé en la vida y me di cuenta que la textura de los límites era un cheque en blanco. Al final me dediqué a fraguar signos y fragmentos de lo soñado. Esto es lo que ahora comparto.

Bienvenida, bienvenido querid (a) o cibernauta a este blog de cuentos, viajes y fragmentos.