La sonrisa de una chica de la etnia “Karen” en Hsipaw, Birmania. Crónica de viaje a distancia

Por Martín Cuitzeo Domínguez Núñez


Foto de Temoris Grecko

 Ella con su hijo vestido de rojo sobre las piernas olvida que mujeres, ancianos y niños de su etnia, los Karen de Birmania, han vivido en la violencia y el conflicto desde la segunda guerra mundial. Sonríe mientras vende hierbas en las calles de Hsipaw, una ciudad Birmana ubicada al Este del país. Su frente hecha de neblina resume a la ciudad: campos de arroz, templos budistas, pequeños monjes que todas las mañanas salen a pedir comida a las calles con sus cuencos negros.

Es joven, usa unas sandalias amarillas que destacan en un piso gris cubierto por algunas mechas de paja. Lleva el sombrero triangular que usan las chicas que cosechan el arroz; tal vez ella misma lo haga y mientras tanto aproveche para recoger las hierbas y llevarlas a vender al mercado de Hsipaw. La alegría de esta chica de verde que está sentada sobre un piso adoquinado con piedras me sorprende porque contrasta con la historia del pueblo Karen. Una historia cruzada por la guerra, por la violenta intervención japonesa en el país primero y luego por los constantes ataques por parte del Estado Myanmares.

Son aproximadamente siete millones de personas, de las cuáles unas ciento cuarenta mil han tenido que ser testigas de como sus campos de arroz eran incendiados y sus villas destruidas. Esta situación obligó a desplazamientos forzados en dirección a la frontera entre Birmania y Tailandia en donde se han asentado y construido campos de refugiados. Sin embargo a pesar de la violencia muchos Karen se aferran a la vida en Myanmar. Ella es una de estas personas, ofrece sus hierbas las calles de Hsipaw, pueblo del Estado de Shan.

Hsipaw sintetiza a una Birmania en donde poco a poco se van entremezclando los modos tradicionales de vida con elementos del mundo occidental. Hay bicicletas con asientos de rayas, canastas de mimbre y bolsas de plástico que imitan a los tejidos tradicionales. Allí se guardan las hierbas que seguramente desde hace muchas generaciones se recogen, el poliuretano se mezcla con la herbolaria.

 Seguimos en esta calle donde se venden plantas. El niño de la chica de verde frunce el ceño y sentado en las piernas de la vendedora restriega una bolsa transparente. Su mamá enseña unos dientes hermosos que recuerdan las cúpulas de los templos budistas de las afueras. Las pagodas de Buda brotan en los alrededores de Hsipaw, tienen techos blancos o paredes grises según su antigüedad. Rompen con la vegetación pero inmediatamente son absorbidas por las montañas, por las palmeras, por los caminos serpenteantes. Aquí las mujeres vienen a rezar, a meditar, a poner ofrendas,  a pedir, tal vez, que su etnia "los "karen"puedan regresar a estas tierras de Birmania. La chica sigue sonriendo.

Notas: Esta crónica de viaje a distancia fue elaborada a partir de una foto tomada por Temoris Grecko.
Agradezco sus observaciones como profesor y cronista, así como los consejos por mis también profesores Salvador Fraustro y Eileen Traux  para la elaboración de esta crónica. Los errores son desde luego sólo míos.
Adjunto la página de Temoris Grecko y la página del colectivo cuadernos de doble raya al cuál  pertenecen. los profesores ya mencionados
http://temoris.org/
http://cuadernosdobleraya.com